Pasa desapercibido, pero la vida como se conoce se desarrolla dentro de conflictos de poder. Pasa desapercibido, y no nos damos cuenta hasta que alguien nos hace confrontar esta situación. Pasa desapercibido, ¿por qué?

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¿De cuántas cosas no somos conscientes? ¿Qué tanto de nuestra realidad conocemos? ¿Qué conocemos del territorio que habitamos? ¿Qué conocemos de las otras personas con las que compartimos este territorio? ¿Qué tanto nos conocemos?

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El autorreconocimiento puede representar un desafío para muchos, pero es el primer paso para conocer al otro. Al concretizar esto, nos abrimos las puertas a conocer su cultura. ¿Qué implica esto? Conocer no solo sus costumbres y hábitos, sino aventurarse en un mar de ideas, pensamientos y formas de expresión. Para esta situación, es esto último lo que nos interesa.

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Tal como menciona Best en sus investigaciones, las comunidades ágrafas se han valido de muchas formas no orales para expresarse y comunicar ideas, de darse a conocer. Todas estas formas no orales se han manifestado mediante lo visual: podemos ignorar que el mismo sistema de escritura -concepto que conocemos desde una perspectiva constructuvista occidental- está compuesto de signos.

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En este sentido, una manera tan conocida -y que paradójicamente pasa también desapercibida en cuanto a lo que encierra- de comunicar es la del bordado. Diversas técnicas, diversas figuras, diversos colores, diversas ideas y conceptos han sido transmitidas de generación en generación, y en pequeños grupos humanos, escondiendo la riqueza que carga una tradición tan antigua como ésta en el Perú.

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“El hilo tiene memoria” busca hacer un llamado, prender la mecha de la curiosidad y dar luces a territorios aún desconocidos por quienes nos hemos formado en un mundo en el que -tristemente- le hemos dado la espalda a la tradición.

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Jerson Ramirez